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Cuando todo sale mal, siempre te queda esto
Quiero contarte algo que me pasa mucho. (Y seguro que a ti también)
Cada semana me obsesiono con algo.
Un objetivo, un proyecto, una competición, un récord en el gimnasio… da igual.
Cuando estoy metido en ello, lo deseo con fuerza. Lo anhelo.
Trabajo para conseguirlo, me esfuerzo, me ilusiono.
Y, a veces, lo consigo.
¿Y sabes qué siento?
Un día de satisfacción.
Solo uno.
Porque al día siguiente me siento vacío.
Como desinflado. Sin ilusión.
Con la sensación de tener que volver a encontrar sentido a todo… desde cero.
Hace tiempo entendí algo:
Lo que te hace feliz no es conseguirlo, sino el camino hasta conseguirlo.
Pero...
¿Qué pasa cuando ya no hay camino?
¿Qué queda cuando ya has llegado?
¿Nos tenemos que conformar con el recuerdo?
No.
Lo que queda son tus habilidades.
Cada vez que te enfrentas a una misión y la conquistas, desarrollas una habilidad que antes no tenías.
Y esa habilidad —no el logro— es lo más valioso que te llevas.
¿Por qué?
Porque esas habilidades son las que te van a permitir afrontar y superar cualquier otro reto que venga.
Los logros caducan.
El camino se acaba.
El recuerdo se enfría.
Pero las habilidades se quedan. Y te transforman.
Piensa en esto:
Si un día lo pierdes todo, lo único que te permitirá reconstruirlo es lo que has aprendido.
Si alguna vez has estado jodido, perfecto.
Probablemente hayas desarrollado más habilidades que alguien que siempre lo ha tenido fácil.
Recuerda esto:
Nada de lo que consigas te dará satisfacción eterna.
Pero todo lo que aprendas te dará una ventaja permanente.
Míralo como un videojuego
El disfrute no está solo en pasarte la misión.
El verdadero placer está en ver cómo tu personaje evoluciona.
Cuantas más habilidades tiene, más preparado está para la siguiente pantalla.
Y eso, al final, es lo único que necesitas.
Seguimos trabajando.
Team Suberbiola