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Deshidratar al caballo
Hay una imagen que no puedo quitarme de la cabeza.
Enseguida te digo cuál es.
La primera vez que escuché este concepto fue en un podcast donde entrevistaban a Alex Hormozi.
Hormozi menciona mucho el peso que ha tenido el comprender el comportamiento humano en su éxito económico.
Una de sus referencias habituales es el psicólogo y filósofo conductista B.F. Skinner.
Una frase que se le atribuye a Skinner es la siguiente:
“Todo el mundo conoce el dicho: puedes llevar a un caballo al agua, pero no puedes obligarlo a beber.
Pero si lo desangro, lo dejo morir de hambre y lo dejo al sol, y luego le pongo el agua delante, puedo garantizar que beba.”
Visualizar esta imagen es muy poderoso.
Es retorcida, incómoda, cruel.
Pero también real.
Y no es ninguna tontería.
¿Sabes por qué?
Porque puedes aplicar esto a cualquier circunstancia de tu vida.
Si tienes un propósito al que no sabes cómo avanzar, puedes ejercer un control externo: modificar tus circunstancias hasta forzar una acción.
No te estoy diciendo que te conviertas en un fanático del castigo.
Lo que quiero decir es que puedes usar tu entorno a tu favor.
Por ejemplo: no consigues adelgazar.
Puedes intentarlo con fuerza de voluntad.
Una y otra vez.
Resistirte a la tentación.
Apretar los dientes.
Y volver a empezar cada lunes.
O puedes hacer algo más inteligente:
→ Vacías la despensa de ultraprocesados.
→ Haces batch cooking para no depender del hambre.
→ Te rodeas de personas con hábitos similares.
→ Dejas de seguir cuentas que te hacen romper tu dieta cada noche.
Tu entorno ya está influyendo en tus decisiones.
La pregunta es: ¿quién lo ha diseñado?